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El Club Rotary Ávila celebra este viernes 6 de abril de 2019, su tradicional cena benéfica. Durante la misma y como novedad importante entregará su I Premio Servir, un galardón creado por el club con la intención de «reconocer a las personas que tienen una trayectoria de servicio, fundamentalmente humanitario, y que pueden ser un referente para los valores rotarios».

El  reconocimiento será a Álvaro Fernández, que mañana recibirá el I Premio Servir. «Se trata de hacer un mundo más justo y dedicar más tiempo a los demás», dos de las virtudes que la agrupación ha sabido ver en Álvaro Fernández.

Álvaro es una persona joven, que saca tiempo para los demás, muy comprometida, es profesor en los Colegios Diocesanos, está muy volcado en temas de voluntariado, en APAVI, en Cáritas…, está marcando a los jóvenes, son algunas de las labores por las que los rotarios hemos querido distinguir a Álvaro, estará arropado no sólo por sus amigos y familiares más cercanos sino, también, por algunos antiguos alumnos, de esos «marcados» en positivo por su tarea docente.

Será en el Palacio de Los Sofraga a partir de las 21,00 horas y estará abierta a la sociedad abulense en general. De hecho, el Club Rotary Ávila quiere animar a todos los abulenses a unirse a una fiesta que tiene un marcado componente benéfico.

La recaudación de la misma irá destinada a ASPACE Ávila y a su nuevo centro de día. Se trata de un proyecto muy interesante, ya que en sus nuevas instalaciones pueden prestar mejor servicio a sus usuarios, mejoran su calidad de vida.

Existe, además, la posibilidad de colaborar con la fila cero para aquellas personas que, queriendo colaborar con la causa, no puedan asistir en esta ocasión a la cena benéfica del viernes.

EL TESTIMONIO DE ÁLVARO

«A mis padres les debo todo lo que soy. Así que si he aceptado el premio es para poder reconocer que lo poco o lo bueno que puedo hacer es gracias a ellos, porque lo que hago lo he mamado en casa». Así, con humildad y con sencillez nos explica Álvaro Fernández el motivo que le llevó a aceptar el reconocimiento propuesto por nuestro Club. Porque a él, sencillo y con ninguna gana de protagonismo, le costaba aceptar un premio. «No veo a Jesús recibiendo un premio, la verdad», menciona a su modelo de vida y al espíritu cristiano que se esconde (aunque poco) detrás de sus buenas obras.

Álvaro es profesor en los colegios diocesanos. Allí conecta a diario con niños y jóvenes y a ellos les transmite cada día su pasión por la vida y por «seguir plantando buenas noticias».

Por extraño o curioso que pueda parecer, la labor solidaria de Álvaro arrancó entre rejas, de la mano de Cáritas Salamanca y con su programa de voluntariado en la cárcel. «Allí comprobé que lo que había escuchado en catequesis y en las homilías era real», reflexiona Álvaro, «y el encuentro con otras personas en la prisión me dio a entender que Dios está en las personas más necesitadas».

Como los chicos a los que atendió también durante años en el Seminario Diocesano de Ciudad Rodrigo. O como los enfermos de Parkinson que, como su padre, forman parte de la familia de Apavi, donde colabora también de manera desinteresada. «Yo cuido a mi padre porque me gusta poder devolverle todo lo que él ha hecho por mí», personaliza en este caso la ayuda que presta a diario en casa un hombre que se define a sí mismo como «súper afortunado» por el hecho de poder «devolver a la vida» todo lo que ésta ha hecho por él.

Licenciado en Filología Inglesa y en Filología Hispánica, Álvaro cree en las segundas oportunidades, e insiste en que se considera una persona normal. «Parece que sólo los curas o las monjas pueden vivir de esta manera», se refiere a su manera de entender la vida como un servicio, «pero todos podemos, también los laicos».